Cortar calabacín para hacer la comida son unos minutos de meditación perfectos. Una forma sencilla de practicar el aquí y ahora. Las herramientas materiales que necesitas: una tabla, un cuchillo y un calabacín. Hay otras tres más: la observación, el no juicio y la respiración.
Mi práctica, lavo el calabacín observo la temperatura del agua que corre entre mis manos más o menos fría, la textura de la hortaliza rugosa, lisa, pegajosa. Lo seco y tomo conciencia de su forma. Al cortarlo elijo la manera. No utilizo el pensamiento. Me dejo llevar. Hoy son medias lunas, finas, muy finas –esto es lo que ha surgido-. Apoyo bien el calabacín sobre la tabla. El corte es pausado, firme, hasta el fondo. Observo mi postura corporal. En mi caso tengo las piernas en pensión, mi mandíbula prieta, la mano agarra con fuerza el cuchillo. Pruebo a respirar y oh maravilla las rodillas ceden y las piernas se relajan. La mandíbula se afloja y la lengua busca el paladar, los dientes se separan. La mano sostiene el cuchillo y hace el corte relajado.
La experiencia no viene de estos días en los que todos nos estamos viendo afectados por un confinamiento obligatorio, sí el compartirla. Entiendo, que en nuestra vida anterior a esta circunstancia excepcional que estamos viviendo, era muy complicado intentarlo, pero quizá ahora resulte más sencillo hacer la prueba. No tenemos nada que perder.
Cada vez que repites este gesto milagrosamente avanzas y el cuerpo se presenta cada vez más relajado en cuanto te pones a la tarea. Y además tiene un valor añadido, has vivido el momento presente de una forma consciente centrándote únicamente en el aquí y el ahora. Seguramente llevarás esta práctica a otros momentos del día porque sentirás su bienestar ¿Sencillo verdad?
Si buscamos el momento perfecto para vivir cualquier cosa la vida pasará delante nuestra sin que nos demos cuenta.