Ha pasado mucho tiempo y han sucedido muchas cosas desde mi última entrada…
Ayer me tropecé con este precioso cuento, en un maravilloso libro que estoy leyendo Ichigo Ichie, de Héctor García y Francesc Miralles. Me transmitió mucha ternura, me hizo sonreir y sentí calma. Una sola de estas razones me parece más que suficiente para querer compartirlo.
LA VASIJA AGRIETADA
Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que colgaban a los
extremos de un palo y que llevaba encima de los hombros. Una de las vasijas
tenía varias grietas, mientras que la otra era perfecta y conservaba toda el
agua al final del largo camino a pie, desde el arroyo hasta la casa de su
patrón, pero cuando llegaba, la vasija rota solo tenía la mitad del agua.
Durante dos años completos esto fue así diariamente, desde luego la vasija
perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía perfecta para los
fines para los que fue creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba muy
avergonzada de su propia imperfección y se sentía miserable porque sólo podía
hacer la mitad de todo lo que se suponía que era su obligación.
Después de dos años, la tinaja quebrada le habló al aguador diciéndole:
-“Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas
sólo puedes entregar la mitad de mi carga y sólo obtienes la mitad del valor
que deberías recibir.”
El aguador apesadumbrado, le dijo compasivamente: -“Cuando regresemos a la
casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino.”
Así lo hizo la tinaja. Y en efecto vio muchísimas flores hermosas a lo largo
del trayecto, pero de todos modos se sintió apenada porque al final, sólo
quedaba dentro de sí la mitad del agua que debía llevar.
El aguador le dijo entonces -“Te diste cuenta de que las flores sólo crecen
en tu lado del camino? Siempre he sabido de tus grietas y quise sacar el lado
positivo de ello. Sembré semillas de flores a todo lo largo del camino por
donde vas y todos los días las has regado y por dos años yo he podido recoger
estas flores para decorar el altar de mi Madre. Si no fueras exactamente cómo
eres, con todo y tus defectos, no hubiera sido posible crear esta belleza.”
El relato me ha llevado a recordar esta preciosa música -Elijah Bossenbroek- que una compañera de retiro de mindfulness me descubrió. Con sus notas he vuelto a volar, a soñar despierta. Gracias Marije.También quiero compartirla.
Endless https://www.youtube.com/watch?v=pD5OhZIaxQs
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