De la sabiduría popular…
Había una vez, un roble y un junco que vivían al lado de un río. Ambos
hablaban y convivían juntos.
Cerca del río, siempre corrían tiernas brisas que doblaban al liviano
junco, el roble de este se burlaba:
-Ja! Siempre doblegandose a la más leve brisa, entregándose a las manos del
viento, en cambio yo, no me doblego, siempre fiel a mi firmeza, ¡Nada puede
derribarme!
El junco siempre se entristecia, al ver a su fuerte amigo resistir el
viento.
Un día, un ventarrón asoló la zona cercana al río, el viento corría con
mucha fuerza e impetú, el junco se dobló al viento y así pasó la tormenta,
mientras que el roble se resistía al viento, cuando no pudo más y se derribó
por completo.
Al otro día, el junco veía a su vecino el roble tirado en la orilla, este
lloraba y se quejaba mientras el junco le replicó:
-¿No te burlabas tu que me doblego al más leve viento? Pues yo tan solo me
doblé ante este, y tú, por mucho resistirte te has partido.
Esopo.
Cargamos con una pesada mochila llena de pedruscos y somos incapaces de darnos cuenta. Sí nos damos cuenta, pero solo cuando deshacemos el automatismo, cuando somos conscientes del peso que llevamos y el esfuerzo que nos supone, además de la energía que consumimos en ello. Estamos convencidos de que en ella se encuentra nuestra seguridad, creemos que nos enraíza y sostiene. CONTROL, CONTROL, CONTROL. Es en la conciencia cuando vemos que somos libres para decidir sacar las piedras de la mochila. El PODER está solo en nuestra mano no fuera de nosotros.
¿Cómo eliges sostener las cosas con fuerza o ligeramente?